Aprendiendo lo desaprendido

Estoy dejando de buscar respuestas absurdas en ese viejo baúl carcomido de culpas y desastres. 
Estoy dejando la culpa atrás, mientras camino, incluso con miedo, por lugares que no había pisado antes. 
Estoy extrayendo las esquirlas una a una sin desmembrar esas partes de mí que una vez no lo fueron.
Y qué más da lo que venga.
Si ya no importa si caigo.
Ya sé cómo levantarme.
Estoy aprendiendo lo desaprendido.
A dejarme llevar por la brisa.
A mirar de frente y a los ojos.
Sin miedo a que reflejen los restos de un naufragio.
He dejado de estrujar las hojas secas entre mis dedos. 
Las mismas hojas que se desprenden de los árboles por un fuerte vendaval, imaginaba que era una de ellas y el viento me arrastraba cada vez más lejos, hasta caer al vacío.
Me siento un poco más primavera, aunque a veces se nuble y tenga frío. 
Aprendí a abrazarme sin desgarrar viejas heridas.
Siento nuevos brotes en mis extremidades que ya no son cadenas.
Me riego, me cuido.
Soy yo.
Aunque no parezca la misma. 
No puede ser de otra manera.
Cuando resurges de las cenizas.




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