Igual que cada año, por la misma
carretera.
Igual que cada verano, con las mismas
maletas.
El mismo coche de siempre, con la
misma música.
El mismo recorrido y las mismas
paradas.
Pisando el mismo suelo, entrando en
la misma casa.
El mismo sofá de siempre y la misma
cama.
El mismo puente inestable, en la
misma pradera.
El mismo árbol gigante con la misma
sombra.
Ese mismo aroma de siempre, a
magdalenas recién hechas.
Los mismos escondites, las mismas
montañas.
Así lo recuerdo cada año, así lo
archiva mi memoria.
Recuerdo las siestas de media tarde,
nuestro secreto cuando no quería dormirlas.
Escuchar contigo la radio mientras te
miraba como limpiabas.
Aunque parezca tedioso, me encantaba
esa monotonía.
Moría por escuchar tus batallas
mientras preparabas la comida.
Hasta que ese viaje pasó a ser cada
dos años, ya apenas te veía.
Ya no era el mismo coche, no se
escuchaba tu música.
El recorrido de siempre ha cambiado,
no será la misma parada.
Ni el mismo suelo ni la misma casa.
Ni el mismo sofá ni la misma cama.
Ese puente tan inestable que pasaba
corriendo, no le quedan más que telarañas.
Ese árbol en el que me tumbaba mientras
leía esos cuentos que tú me regalabas, ya no da los mismos frutos, ni da la
misma sombra.
No reconozco ese aroma, pero sé
seguro que no son magdalenas.
No hay escondites por donde jugar,
todo está lleno de hierba.
Mis siestas ya no son lo mismo, no
hay nadie que me rescate de ellas.
Echo de menos oír esa melodía
mientras veía como limpiabas.
Ni tus batallas ni tu comida, ni tus
magdalenas, ni tus montañas.
Dejaste un nudo con una gran cuerda,
de esos que no pueden deshacerse.
Dejaste un nudo en mi garganta y un
vacío en mi maleta.
Ya no habrá más viajes, no habrá más paradas.
Ni melodía ni aroma, ni escondites ni
batallas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario