Hace tiempo que no me escribo y no es que me haya olvidado de mí, que siempre me tengo presente, en todos mis sueños, en todas mis ilusiones y en todos mis fracasos.
Tú, que te escondes en ese universo onírico en el que te encierras teniendo conversaciones a medias contigo misma, conversaciones que podrías tener con más personas pero jamás tendrás por miedo a enfrentarte a la gente o simplemente por miedo a enfrentarte a ti misma.
Tienes miedo de expresar lo que sientes o simplemente de expresar lo que piensas y ese miedo irracional se ha quedado incrustado en tu piel en forma de vulnerabilidad y con ella ha forjado una coraza de hierro impenetrable que solo tu misma puedes destruir.
Siempre te has creído inferior y no lo puedo entender, porque yo he oído de cerca todos esos monólogos qué has tenido contigo misma, esas conversaciones tan interesantes que jamás saldrán a la luz y se quedarán dentro de ti explotando en tus entrañas, dejando pequeñas partículas, diminutas pero muy afiladas que dejan heridas difíciles de curar.
No sé bien que es lo que te diría si esta carta la hubiera escrito en el pasado, pero mírate ahora, jamás pensaste que podrías conseguirlo. Sé que tenemos mucho camino por recorrer, muchos miedos por resolver, pero no huyas, no vuelvas a alimentar al miedo, alimenta tus sueños, borra el tiempo perdido y recuerda que ERES y eso es mucho más de lo que crees.
Sigue así, ya casi lo tienes.