Es mi momento

Calzarse unos tacones de los que no duelen.
Vestirme con un tejano pitillo de los que ciñen la seguridad de seguir luchando por tus sueños. 
Ponerse un jersey que deje al descubierto los hombros y la sonrisa. 
Caminar pisando fuerte y comiéndose el mundo, dejando ese camino al que no debes volver.
Pasear por lugares increíbles, dando la espalda al pasado.
Dejar de tener conversaciones vacías con esa persona que fuiste y ya no serás.
Convertir tu angustia en risas.
Tus miedos en metas.
Tu llanto en logros.
Tal vez no llegué tarde.
Quizá ahora es mi momento. 











Asignaturas pendientes

Es difícil convivir con esa voz en tu cabeza que no consigues callar nunca. Esas expectativas que crea esa maldita voz, solo consigue que la frustración lidere la parte coherente que creías tener intacta.

Te recuerda constantemente que tienes asignaturas pendientes que debes solventar.

Por más que te empeñas, solo consigues ver una imagen distorsionada de lo que algún día quisiste alcanzar. 

Tienes un mundo interior tan diferente a lo que proyectas. Ese reflejo fraudulento que solo tú puedes ver y te empeñas en esconder por miedo a ofrecer restos de un terreno yermo que dejó el pasado en tu interior. 

Después, a solas, en silencio, esa voz de nuevo, comienza a proyectar ese tú que siempre quisiste, sacando todo el valor que guardas dentro. Ese valor que solo surge cuando tienes un papel y una pluma. Porque sabes que solo así serás capaz de hablarte con sinceridad lo que jamás saldrá de voz. Es curioso, cuanto más dueles, más escribes. 




Seguir

No me paré a pensarlo, lo hice sin más, seguí y posiblemente sea el acto más valiente que haré jamás. 
Quizá en el recorrido, muestre mi vulnerabilidad más de lo que me gustaría. 
Tal vez tengas tantas dudas sobre mí, que no sabrías cómo formular las preguntas. Déjame decirte que, todavía no encontré las respuestas y que quizá nunca lo haga. 
Como tampoco encontraré el motivo por el que decidí seguir y créeme que es lo que menos importa. 
Dejé también de buscarle un motivo por el cual todo pasa o todo sigue.
Vacié mis párpados y les di un nuevo color, como también hago en mis ojos. Que veces me aterra pensar que son el espejo del alma. 
Donde queda todo escrito y todo almacenado, como en el subconsciente. Solo que, a la intemperie, sin lazos que lo adornen. 
Qué más da, si mis ojos han arañado tantas lunas y se han quemado con tantos soles. Que a veces creo que la transparencia de mis cicatrices comienza en mi mirada. 
No me culpes si no puedo mirarte de frente, que aunque sea de fiar, me cuesta mucho sostener mis heridas y que brille el sol, todo a la vez. Que no soy tan fuerte.





Promesas

La última vez que tuve una discusión conmigo, me prometí no gritarme más. 
Me prometí no hacerme daño y demostrarme que valgo más de lo que creía y que puedo conseguirlo.
Me juré no volver a pisar más ese maldito vagón de sueños frustrados y de cadenas que atan y dejar que ese tren se fuera lejos. 
Subirme en otra estación con la esperanza de encontrar lo que tanto tiempo busqué. Disfrutar del viaje mientras busco. Encontrar y descubrir nuevos lugares en mi interior que pueden ser hogar y que conseguí cicatrizar. 
Dejar de romper ese espejo que se empeña en mostrar caras que ya no existen. 
Aceptarme y quererme, o al menos intentarlo.
En la última discusión que tuve conmigo, me hice tanto daño que creí no recomponerme nunca. Me culpé y me pisoteé tantas veces que todavía quedan restos de huellas en mi piel.
Puede que siga discutiendo de vez en cuando, pero ahora creo que puedo sostener la culpa y el miedo sin que me desgarre por dentro. 
También me prometí dejar marchar a esa niña de ojos tristes. Ya no existe. Y debo encontrar un hueco en mí para perdonarla, porque creo que ella ya lo hizo. 



Grandes pasos

Hay días en que no estoy. 
No me pertenezco.
Ni soy paz, ni soy trinchera. 
Ni soy fuego, ni soy escarcha. 
Ni soy hogar, ni soy viajera.
Mis pasos han alcanzado caminos que antes creía infranqueables. 
He derribado ese muro que separaba tu realidad de la mía tantas veces que mis nudillos sangran.
He cubierto de naipes mi castillo, que fue mi cárcel. Intento inhalar muy despacio el poco aire que me queda, para no derribar lo que, con tanto esfuerzo he conseguido. 
He aprendido a respirar profundamente antes de saltar a un vacío inexistente. 
El mismo día que aprendí a inhalar y exhalar sin ahogarme en el intento. 
Parece fácil, no? 
Imagina, comprimir todos los pedazos que quedaron de jirones del ayer e intentar encajar cada una de esas partes desmembradas sin el menor atisbo de cicatriz. 
Todo eso en tu caja torácica.
Entre pecho y espalda.
Así que respira, me repito. 
Lo estás consiguiendo.





Aprender y avanzar

Cada vez que escribo una nueva página de mi vida, siento que tengo que arrancar otra que no me sirve. A menudo pienso que he aprendido poco del pasado y no necesito medallas para galardonar mis posibles méritos, que a la vez, son mis fracasos. 
Qué debería hacer, pasar página o arrancarla de mi calendario. 
Sigo extrayendo las esquirlas que una vez quisieron ser fragmentos de algo en construcción. Que fue alzado con restos de los escombros de muros levantados. 
Aunque siento que los cimientos son cada vez más fuertes. 
Amarraré las varillas con mis tendones y vaciaré mis vasos y venas para evitar grietas. De mis pulmones la azotea, uno al lado del otro. Inhalando y exhalando para cobijarme de las tormentas. 
Enfundadas las paredes con mi piel, suave y cálida. No antes de vestir de muebles con mis músculos y costillas.
Tejeré un mantel con las páginas arrancadas de mi calendario de días tristes. 
Seré mi hogar.
Por una vez.
Seré mía. 




Escapar

Hoy despierta el día cubierto de nubes teñidas de amarillo y naranja.

Me invade la nostalgia y quiero atrapar esas nubes entre mis dedos. Estrujarlas y que sus colores pinten mi cuerpo de miles de tonos diferentes. 

Un día soy lienzo y otro día soy poema. 

Hoy necesito sentir que la adrenalina recorre mi cuerpo como caballos salvajes.

Arranco en coche, la carretera es mía. Abro la ventanilla y acelero. El viento ya no acaricia mi rostro, ahora es frío y violento.

Subo el volumen de la música,, U2 "I Still haven't found what I'm looking for"

Mi corazón se acelera cuando el velocímetro sube. Siento vibrar mi cuerpo y no soy consciente de lo que pasa fuera.

Ya no quiero tener el control de todo.

No quiero pararme a preguntar qué pasará.

"I Still haven't found what I'm looking for"

Estoy cansada de vivir en esta maldita obra de teatro e interpretando un papel que, en ocasiones, no sé si me pertenece. De igual manera, con máscara incluida, escuchando a los transeúntes divagar sobre lo que creen más importante en su vida y sin ni siquiera levantar la vista para mirar qué nos queda.

Sigo sin saber qué estoy haciendo, mientras mi pie aprieta con fuerza el acelerador.

Aunque siento que este frío violento no me llena. Desacelero y cierro la ventanilla.

Vuelvo a incrustar la máscara en mi rostro e intento ensamblar esas partes de mí que lo necesitan. 

Un día soy lienzo y otro día soy poema.




Sigo buscándome

Sé que algún día volveré, aunque en realidad parezca que nunca me fui. Tal vez una parte de mí se perdió por el camino. Un camino recorrido que, posiblemente, no lleve a ninguna parte. No, no estoy divagando, sé que esas partes que vagan por lugares insólitos, regresarán. Siempre me pregunté dónde fueron a parar. En qué rincón del subconsciente estarán agazapadas todas esas ideas, esas palabras que nunca se dijeron, esos abrazos que no pudieron constreñir nuestro pecho, haciéndolo bombear en cada pulso acelerado.
Tal vez necesite una brújula, aunque posiblemente sea que esté perdiendo el norte. Como se pierden esos besos contenidos. Quizá la locura no sea una idea tan descabellada, que, en ocasiones, la coherencia tiene aristas muy afiladas. 
Si tengo la suerte de volver de dondequiera que me hallase, tengo que averiguar en qué partes de mí acomodaré cada una de esas emociones, esas premisas y convivir de forma neutral con ello, que es lo más complicado.



Conexión

Cuando estoy en la montaña, me gusta cerrar los ojos, sentir la brisa en mi rostro y oír los árboles murmurar. Es como si el mundo inhalara y exhalara una y otra vez. 
Ellos están conectados por una fuerza especial y se protegen unos a otros. 
Qué bonito sería que eso sucediera con las personas. Que con tan solo una mirada, pudieras penetrar en su tristeza o su melancolía y deshacer cada nudo que oprime su pecho y liberes de toda esa carga que cree que debe soportar. 
Miro los rostros de los transeúntes y veo en sus ojos ese brillo que les hace diferentes. Cada una de esas personas tienen una historia que contar, unos ojos a los que mirar con amor, una voz a la que escuchar. Quizá se pregunten si han hecho suficiente, si han amado bastante, si han escuchado lo necesario y qué les quedará por recorrer, por vivir o por soñar. Inhalo y exhalo y siento el aliento de los árboles. El rugido de su fuerza fiera al azotar la nostalgia. Cada una de esas hojas caduca que se desprenden aceptando que han dejado su hueco para un nuevo brote. Así es la vida, aceptar y seguir adelante.




En reconstrucción

Me he dado cuenta de que necesito una completa rehabilitación. Intento una y otra vez que mi espacio sea habitable, cuando en realidad sé que necesita cimientos más fuertes. Me niego a demoler lo que tanto me costó mantener en pie. Después de tantas tormentas, necesito creer que todo lo que intenté sostener durante tanto tiempo, ha servido para evitar el derrumbe. Esta vez no levantaré muros infranqueables. Sé que debo arreglar tabiques que quedaron agrietados.
Las tejas que se desprendieron con el fuerte vendaval, las sustituiré por otras más firmes. 
Debo también, abrir en mis ojos unos grandes ventanales, para no perder su brillo.
Plantaré nuevas semillas en mis costillas y las cuidaré como nunca me supe cuidar.
Montaré una librería enorme en mi caja torácica y colocaré todos los libros del mundo. Cuidaré con mimo cada detalle del interior. Ahora más que nunca, necesito sentirme hogar. Hacer por mí lo que debí haber hecho mucho antes y nunca creí merecer. 
Así que, después de la reforma, si me cuidas, te invito a tomar un café. Y puede ser el café más largo de nuestra vida. 



Cielo en llamas

El cielo está en llamas y varias sombras danzan en derredor realizando su ritual nocturno. 
Las estrellas comienzan a desnudarse y pronto exhibirán su brillo majestuoso.
Intento atrapar entre mis dedos, ese intenso color antes de que la noche lo devore.
La nostalgia tiene un brillo especial esta noche y yo intento bañar mi cuerpo con ese fuego intenso. Seré un alma del averno y derruiré cada uno de esos muros que construyeron a mi alrededor.
Quizá consiga recobrar la cordura, si es que alguna vez la tuve. 
O tal vez ese fuego consiga alcanzar el proyectil que llevo guardado dentro y todo lo que nunca dije, volará por los aires. 





Es mi momento

Calzarse unos tacones de los que no duelen. Vestirme con un tejano pitillo de los que ciñen la seguridad de seguir luchando por tus sueños. ...