El silencio se cuela por todos los rincones.
Rompe en pedazos los cristales y estos se incrustan en la piel (y en la garganta).
Impregna el aire de resignación y deja dañadas las cuerdas vocales.
No hay espacio para palabras huecas, ni gritos de auxilio.
En silencio, infecta cada parte de la estancia y de nosotros.
Solo reverbera la derrota.
Se quiebran las ramas del árbol ya caído.
No hay raíces que lo sustenten.
Solo el silencio de quien no quiere escuchar y hace oídos sordos al eco de lo que nunca se dijo.

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