Fuego y escarcha

Me acostumbré al frío del invierno.
A abrazarme en las noches oscuras y heladas.
A no dejar entrar a nadie en lo que habita mi mente.
A construir una coraza para resguardarme del mundo.
Viajé por mil recuerdos donde mis anhelos no me encontraban.
No sé si fui yo quien cerró el paso a un abrazo, o si nadie supo cómo ofrecérmelo.
Hay días en que tiemblo buscando un rayo tibio.
He aprendido a convivir con el silencio, aunque a veces grite en mi pecho.
He visto florecer inviernos dentro de mí, porque incluso el frío enseña que hay belleza en seguir respirando bajo la escarcha.
Quizás algún día deje una rendija abierta, para que entre la brisa de otro amanecer, y me recuerde que incluso lo congelado
puede volver a sentir.
Y soy de enero, aunque no de frío.
Tengo fuego en las entrañas, aunque a veces me vista de escarcha.
Qué mejor abrigo para mis inviernos que ver arder en mi hoguera los demonios de mi infierno.



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