La chica de la ventana

Tercera parte 

La niebla cubría parte de las montañas y parecía engullir las casas de lo alto. No conocía demasiado bien el lugar, salvo los barrotes esparcidos por una calle desierta. Amoladoras y sierras circulares esparcidas por un suelo cubierto de sangre.
Barrotes serrados y colocados estratégicamente en una especie de estrella de puntas redondas de hierro forjado, rojo incandescente, salido de la fragua.
Todos y cada uno de ellos habían sido marcados con esa estrella sin puntas. El olor a carne quemada era cada vez más intenso y pronto, ese olor se mezclaría con sangre y cuerpos desgarrados.

Quedaban pocos hombres en pie y yo seguía hambrienta. Mis manos deseaban estrujar la carne desgarrada de sus cuerpos mutilados. Impregnar cada parte de mi cuerpo inyectando su sangre en cada poro de mi piel, obstruyéndolo con ese color rojo intenso.
Mis manos paseaban por mis pechos y por mis muslos hasta liberar el placer contenido con la rabia. Empapada en sangre y placer y escuchando en mi interior sus gritos, mi cuerpo vibraba y escupía toda la culpa que pudo anclarse en mis entrañas. Dejando vacía la estancia, como siempre y de nuevo, la cara de esa chica que escondía su venganza tras los barrotes de una ventana.
Y otro día más, despierto empapada en sudor y con una extraña sensación de haber vivido algo muy intenso. Sintiendo de nuevo el fuego crepitar en mi vientre.
¿Qué me está sucediendo?




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