La chica de la ventana

Segunda parte 

Sigo sin comprender la necesidad que tengo de levantarme a las cinco de la mañana, arreglarme y fingir que tengo que pasar por su calle para ir al trabajo. Y esperar a que salga como cada día para ver el amanecer. Ni siquiera sabe que existo, de hecho, creo que le doy miedo. No me extraña. Si fuera más guapo, más inteligente o más extrovertido. Podría atreverme a decirle por lo menos un simple, hola. Podría explicarle que la luz solar visible se compone por los siete colores del arco iris y cuando entran en la atmósfera, las moléculas del aire explosionan con diferentes colores. Podría decirle que, ese azul es más disperso y mientras ella mira hacia arriba, hace que el verde de sus ojos, destaque con gran intensidad con el rojo del cielo. En esos momentos, los gases y partículas de la atmósfera, hacen desaparecer el azul, y es cuando inhalo y exhalo el poco aire que me dejan tus labios cuando los muerdes, mientras contemplas las diversas tonalidades amarillas, anaranjadas, rojas y violetas. Te estremeces entre tus barrotes y tus ojos brillan con tanta intensidad, que no distingo dónde comienza el cielo y donde termina tu boca.
Tengo que dejar de perseguir una quimera y volver a la tierra. Lo peor de todo, es que no eres consciente de lo hermosa que es tu sonrisa cuando nadie te mira. 



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