Lo que queda de mí, volverá a renacer de nuevo

A menudo creo que debería dejar que todo se fuera a la mierda, que todo se derrumbara como un castillo de naipes.
Ya me cansé de reconstruir algo que ya está roto, intentando rellenar grietas con el maldito polvo de plata y oro.
Jamás pensé que lograría ponerme como prioridad, y ahora sé que no es egoísmo, sino supervivencia.
Ya no me sirven las disculpas ni las promesas que no se encarnar en hechos.
No soy de acero, aunque me empeñe en desprenderme de una fina capa cada día para parecerlo.
Sangro y lloro.
Comenzaré mi construcción desde cero.
Aunque cueste.
Aunque tiemble.
Necesito confiar en que todavía puedo.
Que es cierto cuando digo que nunca me rindo.
Pero esta vez será conmigo.




Ceguera emocional

A veces soy incapaz de ver el verdadero valor de las cosas.
No porque no vea, sino porque dejo de mirar.
Dejo de sentir el valor de lo que tengo,
de lo que soy, de lo que me rodea.
Como si diera por hecho que todo estará ahí para siempre, inmutable, eterno. Me dejo arrastrar por la rutina, por el cansancio, por esta ceguera emocional que nubla mis sentidos.
Y por tanto, no consigo valorarme y reconocer mis avances.
No me detengo a pensar que hay quienes darían lo que fuera por tan solo una parte mí, aunque sea algo invisible, intangible, fugaz.
Pero cuando llego al límite, cuando todo dentro se rompe, mis sentidos se apagan. Mi percepción se estrecha… 
Solo entonces me doy cuenta de lo lejos que estoy de la verdad.
De lo encerrada que estoy en una realidad que ya no sostiene nada.
Y duele.
Duele ver todo con claridad, cuando ya no queda nada por sostener.
Y descubro que, tras esa venda y esa falsa realidad, también existe un mundo increíble por descubrir.
Aunque duela. 
Aunque cueste. 





Cómo quisiera contarte

Cómo quisiera contarte que en mi cielo ya no veo solo nubes negras. Y si las hay, las transformo en animales gigantes. Las moldeo a mi antoj...