No soy lo que escribo

Quisiera tener un motivo por el que seguir luchando, pero acabo vencido y somatizando mi angustia.
No me encuentro en los lugares donde creí pertenecer, y a veces pienso que debería huir para salvarme.
Ya no encuentro en mí ningún refugio donde pueda guarecerme de la tormenta.
Ya no sé dónde colocar los sentimientos para que no me abrasen por dentro.
No es tan fácil escribir sobre tus sentimientos sin filtros que los adornen. Así, a quemarropa. Deshaciéndote de tu coraza y dejando que el mundo lea en qué se reduce tu estado de ánimo.
Que, en ocasiones, estás arriba y, de repente, eres consciente de la realidad y te lanzas al vacío.
Qué vacíos se sienten los sentimientos cuando no se expresan adecuadamente. Cuando los reprimimos para no entorpecer el camino de nadie, sin darnos cuenta de que vamos dejando huecos difíciles de llenar.







Versos vacíos

¿Cómo quieres que escriba un poema,
si ya no hay palabras que salven nuestros renglones?
Lo que fue brisa se volvió huracán.
Ya no siento que el sol de invierno acaricie mi piel, 
ni que la abrace con su tibieza.
Todo se ha vuelto eco
una voz que no regresa.
Una página en blanco que se resiste a nacer.
Y en mis manos, el temblor de lo no nos dijimos,
de lo que no fuimos, 
de lo que ya no seremos.







El valor del silencio

Déjame alejarme de todo;
solo necesito encontrarme
y saber que no han sido en vano
todos mis esfuerzos.

Que incluso el árbol más fuerte
se quiebra con el viento, pero aún roto,
sus raíces siguen abrazando la tierra.

Déjame caer, si es necesario,
para entender el valor de levantarme de nuevo. 
No busco huir,
solo silencio…
un refugio lejos del ruido del mundo,
donde pueda escucharme de nuevo.

Volveré.
No ilesa,
pero más sabia.
No igual,
pero más yo.



Rendición invisible

¿A qué distancia se encuentra la esperanza de la frustración?
Porque siento que ya he recorrido demasiados kilómetros sin encontrar un motivo que me convenza de que vale la pena seguir caminando, mientras veo cómo sangran mis pies.
He escalado montañas donde el vacío era mi único compañero, y ya no sé si los árboles danzan o si, en su movimiento, me suplican auxilio.
Observo cómo caen las hojas secas e intento descubrir en mí nuevos brotes.
No soy del frío, soy de primavera, pero ya me cansa esperar a que las flores más fuertes rompan el asfalto.
Nunca me rindo—repito esa frase una y otra vez para convencerme de que es verdad—pero mi mente insiste en formular la misma pregunta:
¿Cuántos intentos son razonables antes de rendirse?






Metamorfosis

Sostener el miedo y la culpa a menudo es agotador. Caminar con paso firme sobre espinas es difícil de soportar. Intentas desprenderte cada d...