¿A qué distancia se encuentra la esperanza de la frustración?
Porque siento que ya he recorrido demasiados kilómetros sin encontrar un motivo que me convenza de que vale la pena seguir caminando, mientras veo cómo sangran mis pies.
He escalado montañas donde el vacío era mi único compañero, y ya no sé si los árboles danzan o si, en su movimiento, me suplican auxilio.
Observo cómo caen las hojas secas e intento descubrir en mí nuevos brotes.
No soy del frío, soy de primavera, pero ya me cansa esperar a que las flores más fuertes rompan el asfalto.
Nunca me rindo—repito esa frase una y otra vez para convencerme de que es verdad—pero mi mente insiste en formular la misma pregunta:
¿Cuántos intentos son razonables antes de rendirse?
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