Estar viva no es solo sentir latir tu corazón

No fui consciente de lo que me costó volver a ese lugar. Pisar de nuevo esas baldosas que tantas veces me vieron caer, que recogieron tantas lágrimas y rasguños. Hasta que no sentí ese escalofrío oscuro que recorría todo mi cuerpo. 

En cada uno de esos rincones que me quedaba agazapada, mirando como la vida pasaba delante de mis narices y no me dejaba hueco libre donde agarrarme. Observando a todo aquel que pasaba por mi lado y con la mirada fija de perro abandonado, como pidiendo auxilio sin decir una palabra.

El peso de la resignación que me dejaba fisuras y sin fuerzas para levantarme, cuando pasaba la indiferencia por delante y me dejaba migas de pan y un vendaval que arrasaba con todo. 

En todo ese tiempo, solo disfrutaba de mi pluma y mis dedos, que a menudo se empeñaban en desgarrar cada parte de esa piel muerta y abandonada y noté que era mía por el dolor que me causaban las heridas.

Entonces me di cuenta de que estaba viva. Que mi pecho se hinchaba al inhalar el aire contaminado de esa maldita estancia. Opté por seguir respirando, aunque mis pulmones se hicieran nudos con mis arterias. 

Mientras sintiera dolor, sería una señal de que me mantenía con vida, aunque solo fuera por inercia, o a través de espasmos que me recordaban que mi corazón todavía latía.



Espero que te guste lo que lees

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Muchas gracias por leerme.

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