Derramé la conciencia de un sueño vacío de alfileres rotos
Ya no se quedan clavados en mi memoria
Los tragué uno a uno hasta ingerir el fármaco perfecto
La cura deliciosa que mate la culpa
Duermo entre las manos de esos alfileres derramados
Y los sostengo como el primer café de la mañana
sintiendo las punzadas en la yema de mis dedos
pero no sangra la culpa ni llora la conciencia
Si no hay delito no hay verdugo
Espero que te guste lo que lees
Si te ha gustado, puedes apoyarme y adquirir un ejemplar de Kintsugi, mi primer poemario.
Muchas gracias por leerme.
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