Conexión

Cuando estoy en la montaña, me gusta cerrar los ojos, sentir la brisa en mi rostro y oír los árboles murmurar. Es como si el mundo inhalara y exhalara una y otra vez. 
Ellos están conectados por una fuerza especial y se protegen unos a otros. 
Qué bonito sería que eso sucediera con las personas. Que con tan solo una mirada, pudieras penetrar en su tristeza o su melancolía y deshacer cada nudo que oprime su pecho y liberes de toda esa carga que cree que debe soportar. 
Miro los rostros de los transeúntes y veo en sus ojos ese brillo que les hace diferentes. Cada una de esas personas tienen una historia que contar, unos ojos a los que mirar con amor, una voz a la que escuchar. Quizá se pregunten si han hecho suficiente, si han amado bastante, si han escuchado lo necesario y qué les quedará por recorrer, por vivir o por soñar. Inhalo y exhalo y siento el aliento de los árboles. El rugido de su fuerza fiera al azotar la nostalgia. Cada una de esas hojas caduca que se desprenden aceptando que han dejado su hueco para un nuevo brote. Así es la vida, aceptar y seguir adelante.




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