Me he dado cuenta de que ya no tienes ningún valor en mis desvelos.
Que mis sueños merecen mucho más la alegría y no la pena.
Porque sí, porque lo estoy intentando y creo que puedo conseguirlo.
Sigo escuchando esa canción que habla de mí y me desgarraba por dentro y ahora siento que ya no duele tanto.
Y aunque a veces se me escape alguna lágrima, intento no dejar que empañen mis progresos.
Me encanta caminar sin rumbo hacia lugares donde nunca he estado antes.
Ya no me aterra tanto lo desconocido y aunque fuera así, me permito caer, porque ya sé cómo levantarme.
Sigo escribiendo versos trágicos. Las palabras se vierten sobre el papel y fluyen por sí solas.
Quizá es porque siguen quedando atrapadas miles de cosas por decir.
Escribo por y para el dolor. Y para no morir de realidad.
No me escondo entre renglones ni versos áridos.
Mi voz quedó entre las copas de los árboles. Allí donde gritaba mis silencios.
Ya no me quedan más huecos vacíos desesperados.
Los intento rellenar con flores
Y risas
Y amigos
Y cervezas y vino.
Sigo siendo la misma.
Más cicatriz
Menos herida
Y más poeta.
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