Cartas hacia ningún destino

Sigo guardando esas cartas que nunca te envié. Todavía huelen a mí y en algunas de ellas dejo plasmado mis labios en lugar de escribir mi nombre. 
También quemo los bordes e imagino que se trata de un pergamino.
En ellas, guardo decenas de secretos que confieso, a sabiendas de que se quemarán con los bordes del papel. 
Es mejor así, me repito e intento convencerme de que estos trozos de papel manchado con mis labios húmedos, no pueden tocar los tuyos.
Que las letras desgastadas con el paso del tiempo, no te echarán de menos, si nunca han conocido tu nombre.
Releo una y otra vez las cartas y me doy cuenta de la futilidad del contenido. 
Quizá espero que tengan un efecto catártico. Porque la realidad es que nunca sentirán la yema de tus dedos. No olerás el perfume ni sentirás la humedad de mis labios. 
Pero me sorprendo de nuevo escribiendo y humedeciendo mi boca, mientras me estremezco imaginando tus labios en los míos.



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