Intento mirar al pasado de frente sin derramar una lágrima.
Ellas se funden con mis horas muertas y mientras corretean por mis mejillas a sus anchas, dibujan un camino hacia mi tráquea, hasta llegar al esternón.
Todas ellas, se fusionan alimentando cada hueco de mi caja torácica.
Lo noto.
Tengo hambre atrasada.
Que quizá no consiga saciar nunca.
Si no rompo en pedazos ese maldito reloj.
Que me recuerda constantemente que llegué tarde a todo.
Menos a mi transformación.
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