Un futuro imperfecto

Sostengo tu mirada en nuestro pretérito tan imperfecto.
Como si no hiciera mella en nuestros rostros y en nuestra sonrisa. 
Espero, tal vez, que dediques una sonrisa, de esas que germinaban y se acunaban en mi pecho.
Aguzo en oído, con la esperanza de encontrar en tus palabras esa melodía que siempre quise tararear junto a tu boca.
Aprieto mis manos contra mis pulmones e intento inhalar y exhalar el poco aliento que nos queda en esta fría estancia.

Sacudirse y seguir

Estoy aprendiendo a mirar a la gente a los ojos y a la vida de forma distinta.
Sin que se quiebren mis pupilas por el llanto contenido.
Intento cada día quererme un poquito más de lo que un día me quise o me odié.
Llevo en mi regazo todos mis sueños acumulados y los acuno. 
Algún día, tomarán forma, se erguirán y levantarán su vuelo, o eso espero. Para eso estoy tejiendo mis alas.
No soy artista, no soy pintora ni soy poeta.

Dónde coloco las palabras

No sé bien en qué lugar colocar las palabras.
Quizá las deje asomar poco a poco, mientras se deslizan por mi tráquea, se abran paso, deshaciendo todos esos nudos que encontrarán por el camino. 
Tal vez, si las dejo huir, se escapen disparadas como proyectiles a gran velocidad y ellas solas encuentren el sentido. 
Tampoco sé en qué lugar lanzar mi silencio. 
Ese que se agarró fuerte en mis cuerdas vocales. 
Me ahoga un grito y solo deja escapar un gemido que, a menudo, se atraganta y baja hasta mi caja torácica. 

Qué nos queda después de la poesía

La poesía es el anestésico perfecto para mitigar el dolor de cualquier verdad, que a menudo estrangulamos con alegorías, aunque estas sean i...