Qué nos queda después de la poesía

La poesía es el anestésico perfecto para mitigar el dolor de cualquier verdad, que a menudo estrangulamos con alegorías, aunque estas sean imperfectas, pero necesarias para soportar la cruda realidad de este mundo, que nos deja la estancia vacía y el pecho lleno de rabia. 
Después, transformamos esa rabia en poesía, en dibujos, en música. 
El arte es el mecanismo de defensa más potente del que disponemos para curarnos, deshacer los nudos y liberarnos.
Y qué nos queda después de la poesía.
Nos quedan los amaneceres de fuego.
Las caricias que cierran heridas y abren nuevos caminos.
Las tardes de café y risas.
Las risas que acaban en ese llanto contenido.
Correr descalza por la hierba mojada y sentir que estamos vivos.
A pesar de las tormentas.
Y de las heridas.
Seguimos respirando.
Y eso no debe ser tan malo.
Si por una vez en tu vida.
No ahogas un grito. 



Duerme pequeña

Me hice mayor el día en que no encontré sentido a desvestir esa muñeca andrajosa y curar sus heridas invisibles.
Pensé, quizá, que, de esa forma, encontraría respuesta y alivio en las mías.

Máquinas tragaperras

A veces se nos olvida que somos humanos. Acumulamos heridas, decepciones y frustraciones como las máquinas tragaperras. 
Esperamos que un algoritmo controle la cantidad de daño que podemos almacenar y, en función de los puntos de sutura que necesitemos en cada herida, ganamos o perdemos. Lo que suelen utilizar como aprendizaje. 
¿Y quién nos enseña a coser nuestras heridas? A remendar todos los pedazos que quedaron desgarrados. A soltar esa pesada carga que nos encorva y nos deja cada día más pequeños. 
Se nos olvida que no somos máquinas, que no podemos tenerlo todo bajo control, y mucho menos los sentimientos. 
La vulnerabilidad no debería ser un arma que utilicen contra ti, sino una forma de mostrar al mundo que eres fuerte, a pesar de todo.



El poder de las letras

De niña, siempre pensaba que el mejor poder que podría tener, era hacer realidad todo lo que escribía.
Plasmaba historias increíbles con diversos finales donde la benevolencia era uno de los requisitos indispensables para que todo encajara a la perfección.
Imaginaba que mis ojos no eran diques y mis mares no ahogaban esperanzas. 

Comenzar a liberarse

Otras voces habitan mi mente. 
Me prestan sus alas.
Me ceden sus brazos, que me sirven de refugio.
Acarician mi vulnerabilidad.
No se esconden.
No me apagan.
No me azotan hasta sangrar los nudillos.

Mirar a los ojos del mundo y reprimir el llanto contenido

Quisiera tener una perspectiva diferente cuando miro a los ojos del mundo. 
Aprender a contar los minutos, las horas y los días henchida de anhelo.
Engullir mis silencios y que el oxígeno no quede atascado en mi tráquea.

Qué nos queda después de la poesía

La poesía es el anestésico perfecto para mitigar el dolor de cualquier verdad, que a menudo estrangulamos con alegorías, aunque estas sean i...